Descubrimiento en Lara
Estuve de viaje el pasado fin de semana y les cuento un poco la experiencia
Empecemos por decir que he roto muy pronto mi propósito de año nuevo, según el cual prometí enviar un boletín el tercer domingo de cada mes. Las excusas son aburridas siempre pero, como la culpa es grande, pues tendré que iniciar el ritual. La primera causa es el trabajo, que es mucho en esta época del año. Por eso no tengo mucho tiempo para escribir estas líneas con anticipación o de programar mucha cosa para el envío de este texto que va a sus correos. Me robo un par de horas los fines de semana, que es cuando puedo leer y escribir. Pero la semana pasada me fui a Barquisimeto desde el viernes y me dediqué a disfrutar de la hospitalidad de Nelson y Yonaide, que me recibieron en su casa cálida y acogedora.
Estuve allá para una presentación de “Mi padre, el Aviador”, que fue el 19 de abril en la librería El Clip, que está por cumplir 50 años; lo cual es una gran cosa en medio de esta crisis que se ha llevado la mayoría de las librerías con las que crecimos los caraqueños. Estuvimos en su nueva sede que combina un café con espacios para el coworking y actividades culturales, recursos necesarios en estos tiempos en que la mayoría de los venezolanos ganan menos de lo que cuesta el libro más barato que puedan tener allí.
Hubo bastante público, la sala estuvo casi llena. Siempre cuando nos reunimos a conversar sobre este libro me siento extraña. La mayoría de las veces las preguntas son sobre la situación del caso de mi papá, sobre la Corte Penal Internacional u otros temas de derechos humanos que, por supuesto están relacionados con el texto y también con mi trabajo en Provea, pero extraño conversar sobre cómo está escrito, sobre las decisiones que tomé para contar esa historia. Pero creo que le ha costado llegar a esos lectores a los que no solo les interesa el tema, sino que además valoran esa artesanía que hay detrás.
Luego, Yonaide y Nelson me llevaron a pasear por Santa Rosa, donde está la Divina Pastora. Allí, en el mirador desde donde puedes ver los Valles del Turbio, está Altagracia, un restaurante especializado en gastronomía caroreña. Tomamos cocteles hechos con cocuy, comimos queso de cabra, lomo prensado y “bicuyes”, un ingrediente típico del semi árido larense: son los brotes que crecen en las pencas del agave con el que se destila el cocuy. Quedé fascinada y convencida de que debo viajar más y dejar de pretender que conozco este país, con esa típica altanería caraqueña.
Nelson y Yonaide son sociólogos, como yo, y los había conocido en compromisos laborales. No recuerdo si alguna vez coincidí con ella en los años 90, cuando estaba en la Escuela de Gerencia Social, pero sí recuerdo cuando coincidimos en la defensa de una tesis de Especialización en la UCLA, por allá en el año 2008. En estos tiempos de la vida 2.0, hemos estado por años en contacto a través de las redes y de los grupos de whatsapp de egresados de Sociología (con Yonaide) y de defensores de derechos humanos (con los dos). Así que no nos conocíamos mucho antes de ese fin de semana que compartimos.
Conversamos muchísimo esos tres días, entre comidas, presentaciones de libros y paseos. Nelson puede empezar contándote sobre cómo se inició la conquista de aquellos valles, antes de la fundación de El Tocuyo, pero luego analizar el surgimiento del cooperativismo en el estado Lara en los años 70 o el surgimiento de la artesanía textil en Tintorero y la importancia de Sixto Sarmiento, a quien conoció, en el proceso de darle proyección nacional. Conmueve ese vínculo tan fuerte con su tierra.
Fuimos a Tintorero, algo que me hizo muy feliz porque tenía quizás 13 o 14 años sin ir a visitar esa feria artesanal. He visto en otros pueblos, más cercanos a Caracas, como la crisis económica logró desaparecer el pequeño comercio. En un principio, por la ausencia de medios de pago, en aquellos tiempos en los que no había efectivo, fuera de las ciudades no había internet o puntos de venta y aun no se había inventado el pago móvil.
Ya en 2024, después del fin de la pandemia, y pese a “Venezuela se arregló”, un sábado de un fin de semana largo, nosotros tres éramos las únicas personas que caminaban entre los puestos de artesanía sobrevivientes. Yonaide compró unas paletas de madera para su hijo que, como tantos otros jóvenes, emigró. Yo hubiera querido comprar una hamaca, pero viajé sin maleta y en estos tiempos de profunda crisis, pues todo gasto suntuario lo tengo absolutamente restringido.
Cuando regresamos a la casa, Nelson me prestó un libro sobre Sixto Sarmiento que, con bellas fotos, registraba el proceso artesanal: el hilado de la lana de los chivos, el teñido y los telares de madera que la familia usaba para tejer las cobijas. Ahí hice una larga pausa, porque hoy Tintorero es famoso sobre todo por las hamacas, aunque aun venden manteles individuales y caminos de mesa. Pero no vi ni una cobija en esta visita.
Recordé entonces mi casa, mi cama. En 2001, al regresar de San Sebastián, compramos mi exesposo y yo una cama de Samán. Me gustan los muebles rústicos, los modernos me parecen demasiado fríos. Para vestir esa cama de madera no nos gustaba demasiado un edredón de estos que se venden al por mayor en cualquier tienda por departamentos. En aquel tiempo también viajamos a Tintorero y compramos allá dos cobijas de esas que solía tejer Sixto.
Cuando nos divorciamos, cada quien se quedó con una. La mía sigue en uso; pese a esta larga convivencia con mis gatos, ha sobrevivido. Duermo con ella siempre, excepto en los meses del año en los que hace mucho frío (muy pocos en los años más recientes). Me gusta que te abrigue, pero no demasiado. Me gusta la textura rugosa y el peso de las cobijas de antaño.
En este viaje descubrí que tengo sobre mi cama un objeto de colección, un incunable. Porque ya no se tejen cobijas en Tintorero.
Noticias para los lectores:
El próximo 10 de mayo WOLA está organizando un foro sobre “Mi padre, el Aviador” en su oficina en Washington, DC. Aun no tengo el flyer, ni un enlace en la web. Pero los interesados estén atentos a mi cuenta de X (antes Twitter). ¡Rieguen la voz!
Gracias por su apoyo a Kairós, el podcast sociológico en gestación. Anais y yo hemos estado ambas repletas de trabajo, así que no hemos podido progresar más allá de la construcción del guion de los próximos episodios. El pueblo en la encuesta pide YouTube. Téngannos un poquito de paciencia.
Querida Sobrina, eres como Midas, todo lo conviertes en oro💝