Escribir sin miedo
Conjeturas para llevar cumple dos años y, pese a un pequeño traspiés, celebramos y hacemos balance.
Estaba en la emergencia de la clínica con un collarín cuando vi en mi teléfono la noticia de la muerte de Mario Vargas Llosa. Admito que me dolió, porque con el cierra una época, porque varias de sus novelas me han impresionado por su estilo pero, sobre todo, me abrieron los ojos para ver el mundo de otra forma. Pensé en su muerte, rodeado de su familia en Lima y eso me tranquilizó, parece una buena muerte, en casa, con los tuyos.
Esa mañana yo había caído por una escalera tratando de agarrar a mi mamá. Nos caímos ambas. Todavía recuerdo la sensación en la cabeza, el roce de un escalón tras otro. Rodé la escalera completa y cuando caí en el piso de abajo estaba mareada, con raspones en las piernas, el hombro derecho y el pecho. Además me dolía el cuello. Mi mamá también con raspones y un chichón gigante. ¡Apenas habíamos llegado a la playa! Los señores de la posada y los demás huéspedes fueron muy gentiles: nos tomaron la tensión, nos ayudaron a parar, nos pusieron hielo. Después de descansar un rato en la orilla de la playa, decidimos volver a Caracas. No sabía en qué estado íbamos a amanecer al día siguiente y si iba a poder manejar de regreso.

Ya en la camilla, en la clínica, pensaba que en escaleras menos largas y empinadas se ha muerto más de un personaje de telenovela. Claro, no es un género que destaque por su realismo, pero igual simboliza el peligro por el que pasamos indemnes, con solo unos días de reposo y tratamiento para el dolor. Pensaba que aun no estoy lista para morir. Mis hijos me necesitan y yo siento que aún tengo mucho por hacer, muchos sueños por cumplir. Quizás por esto pensé tanto en la muerte de Vargas Llosa, aun cuando mi cabeza no estaba en capacidad de recordar nombres de personajes o fragmentos de sus libros.
Entre esas cosas por hacer está escribir más. En mi mente están muchas ideas en ebullición: ensayos, relatos, crónicas. Pero entre un trabajo a tiempo completo muy demandante y los extras en los que me meto para poder pagar las cuentas, no hay demasiado tiempo. Así que mi disciplina con Conjeturas para llevar es el compromiso que me queda con esa escritura que es para mí.
Pese al reposo y el trabajo atrasado que estos días dopada significaron, no podía perderme esta cita mensual porque esta newsletter está cumpliendo dos años y quería hacer un pequeño balance de lo que he escrito por acá. El primer texto era muy serio, Lissette ensayista preguntándose sobre la relación entre la sociología y la literatura.
Durante estos dos años no siempre he sido tan formal: he escrito reseñas de libros, opinión sobre la situación política nacional e internacional, pero también textos muy personales sobre la soledad y la inconformidad con esta vida. Sobre mis decepciones, sobre viajes o encuentros inesperados, sobre sentirme viva. A veces, cuando los textos son así, personales y sin mayor énfasis en temas sociales o políticos, me preocupa qué pensarán los lectores; si se sentirán estafados con una socióloga que no escribe sobre lo que debería.
Reconozco ese miedo. Aunque me gano la vida escribiendo (proyectos, informes de gestión, informes técnicos de diversos temas, informes de derechos humanos), hay textos que me aterran. A veces el temor es tanto que me paralizo y no hay manera de que salga siquiera un párrafo. El mejor ejemplo es, quizás, cuando escribí mi primer capítulo para el Informe Anual de Provea. Conocía ese informe y lo había consultado innumerables veces para encontrar algún dato importante en una investigación. Sabía que lo que escribiera iba a quedar como algo histórico, que sería consultado por expertos dentro y fuera de Venezuela, así que me daba pánico no estar a la altura. Esa primera vez entregué mi capítulo tardísimo. Estos últimos meses he estado pasando por un proceso semejante con otro texto que también está retrasado. Lo que tienen en común es la angustia sobre si puedo llenar las expectativas de quienes me encargaron el trabajo.
Así que Conjeturas para llevar tiene que ser otra cosa, no puede haber aquí obligación sobre los temas o el tono. Este es mi espacio para escribir sin miedo sobre lo que me resulte importante cada mes.
Pese a los ires y venires, pese a que a veces es un ensayo y a veces, un diario, Conjeturas para llevar ha ido creciendo (a la modesta escala de una escritora venezolana prácticamente desconocida). El primer texto se envió a los primeros 56 suscriptores, a quienes había enviado la invitación a suscribirse a través de las antiguas listas y demás contactos en mi correo. Es decir, eran principalmente los amigos, colegas, antiguos estudiantes. Esta edición aniversaria se enviará a 316 suscriptores; a muchos de ellos no los conozco previamente y se han acercado a leer. Estoy agradecida, no me puedo quejar.
Cuando leo las sugerencias para crecer en Substack (que me aparecen con más frecuencia de lo que quisiera) veo que casi no he seguido ninguna de ellas: los textos no son simples y directos, ni pretenden resolverle a nadie ningún problema. Es mi espacio, sin más. Eso sí, quisiera dedicarle más tiempo y así quizás podría ordenar esto un poco mejor. Pero qué le vamos a hacer, hay una familia que mantener y aquí se aproxima una nueva recesión y aumento de la inflación (esperemos que no vuelva la escasez, porque pensar en no conseguir carne, leche o harina de maíz enciende mi estrés post traumático). El precio del dólar oficial se ha multiplicado por dos durante el último semestre, así que garantizar un ingreso suficiente tendrá que seguir siendo mi principal dedicación.
Sé que el correo de este mes está algo insulso, sobre todo considerando que hay muchas noticias nacionales e internacionales para comentar. Normalmente en días libres como los de Semana Santa leo muchísimo, es mi escape. Pero este año, ni siquiera eso se pudo; aun sigo somnolienta por el efecto de los analgésicos. Ha pasado una semana y aún me duele si toco el lado derecho de mi cabeza, allí donde sentí los escalones. Voy arrastrando los pies para medio arreglar esta casa, lavar la ropa, cocinar, estar pendiente de la recuperación de mi mamá y adelantar algo del trabajo atrasado durante unas pocas horas al día. Y he tratado de dormir mucho, tanto como he podido, porque hay que recuperarse y volver a la oficina el lunes 21. Es mi época más intensa del año, los días previos a la presentación de nuestro Informe Anual.
Tengan paciencia, porque sí quiero hablar sobre las elecciones legislativas y regionales y los movimientos en la política opositora venezolana. Nos leemos el mes que viene.
Noticias para los lectores
El pasado 5 de abril Papel Literario publicó una reseña de Mi padre, el Aviador escrita por Carlos Patiño. No es porque sea sobre mi libro, pero Carlos escribió un bello texto.
Y recuerda que Mi padre, el Aviador está en librerías en Caracas y Barquisimeto. También lo puedes comprar en Amazon.
Deseándote pronta recuperación, mi mamá también se cayó hace unos meses, la manera como interpreté la situación es que a veces la vida tiene unas maneras muy particulares de decirnos: debes parar, observar, sentir. Me encantó tu texto y me siento identificada, también quisiera escribir más y nos atrapa el quehacer cotidiano para poder pagar cuentas. Por eso cada tanto, hay que darse un permiso, uno mismo, si no la vida se encarga. Buen descanso y recuperación!
Feliz cumple 2 y pronta mejoría de chichones y hematomas de madre e hija. Un abrazo.GE