No solo en Venezuela se va la luz
Otra vez estoy viajando cuando toca mi compromiso con Conjeturas para llevar. Les cuento un poco sobre el reencuentro familiar y las lecturas mientras voy de una ciudad a otra.
Mi hermana emigró a Houston en 2016 y no nos habíamos vuelto a ver hasta que por fin pude viajar a visitarla el año pasado. Pero fue un viaje relámpago de apenas 3 días porque estábamos en un momento de mucho agite en el trabajo y no podía ausentarme más días.
Esta vez fue más calmado y pasé una semana completa de visita: estar en casa, acariciar y consentir a Gracie (la perrita de la casa), cocinar para echarle una mano a mi hermana. Después de que mi hijo Leonardo estudió cocina, ahora mis hijos no valoran demasiado mi humilde menú casero. Pero en Houston fue un hit.
Por primera vez en todos estos años estuvimos reunidas mi mamá, mi hermana y yo, aunque solo por un par de horas. También me reencontré con nuestra vecina de la infancia que estaba en Houston de visita. Ella, que es tan parrandera como yo soy antisocial y aburrida, nos llevó a un “Country Bar” donde tocaba un grupo en vivo. Estoy descubriendo que me gusta la música country. Además, el cantante pregonaba que si habían creado una banda era para tocar lo que les provocara, así que también hubo versiones de Pink Floyd (después de decir que si tuviera que estar en una isla desierta y solo pudiera escoger un disco sería “The Dark Side of the Moon”), Prince (todavía se llamaba así en los 80 y de esa época fue la canción que tocaron) y Alanis Morissette. Casi nunca salgo de noche, pero es lo mejor ir a un bar de música en vivo.
Estaba de ánimo sociable en este viaje, así que contacté a viejos amigos que viven en Houston. El día en que organizamos varios encuentros en distintas partes de la ciudad el pronóstico del tiempo decía “lluvia”. Así, tipo normal, sin signos de exclamación u otras advertencias. Primero estuvimos en el Museo del Holocausto. Ahora que me interesan los procesos de memoria histórica frente a violaciones de derechos humanos, tengo varios museos de este tipo en mi haber. La exposición central de este museo es menos extensa que la de Washington, hay menos artefactos de la época, pero a la vez tiene una vinculación comunitaria que me resultó muy conmovedora. No solo presenta al fundador del Museo, él mismo sobreviviente de la Shoá, también recibe al público el perfil de un soldado americano, oriundo de Texas, que estuvo en el primer grupo de americanos que llegó a los campos de concentración. También presenta los casos de unas niñas que fueron rescatadas de un campo de prisioneros en Francia y terminaron en una familia de acogida en Texas, luego de la muerte de su abuelo con quien se habían reencontrado al finalizar la guerra. Esas pequeñas historias conectan más que la cronología de las leyes o las estadísticas del período nazi.
Más tarde, estando en el Museo de Bellas Artes de Houston, terminando de tomar un café nos llegó una alerta de tornado. Yo tan tranquila, la amiga con la estábamos conversando nos dice que nos alejemos de los ventanales y mi hermana quería salir corriendo de regreso a su casa. Al final decidimos esperar que pasara la tormenta. Después teníamos otro encuentro en una cervecería camino a la casa. Pese a la lluvia y sin saber la magnitud de los destrozos, nos encontramos con un viejo amigo en un estacionamiento porque donde habíamos quedado en vernos no había luz.
En casa de mi hermana estuvimos sin luz y sin señal en los teléfonos unas 24 horas. Pero este fue un apagón bastante civilizado. Imagínense, todo el mundo esperando su turno en los semáforos apagados. Ningún desastre como los que se pueden armar en Caracas un día cualquiera cuando hay cola, incluso con los semáforos funcionando. Pero lo que más me asombró es que aun sin electricidad siga habiendo servicio de agua en las casas. Creo que no me recupero del todo del trauma del apagón nacional. Ahora, cada vez que hay un medio bajón de luz, antes de buscar velas y linternas, ya la familia sabe que lo primero es garantizar que haya suficiente agua recogida.
En estos días, entre vuelo y vuelo, he aprovechado de leer. A veces mi rutina no me lo permite: si no estoy con cosas pendientes del trabajo estoy con el trabajo doméstico o estoy demasiado cansada para cualquiera de estas dos cosas. Estos días he estado leyendo a Simone Weil y Albert Camus. El primer hombre, que espero terminar a lo largo de la semana, me ha conmovido profundamente con sus descripciones de su infancia en Argel. La sencillez de la vida, el paisaje, los personajes de la familia que no tienen memoria, ni historia: en la pobreza, sumidos en la búsqueda de supervivencia día tras día, Camus describe su vida como un “presente perpetuo”.
Aunque el libro empieza con la búsqueda del padre que no conoció, el texto lo que relata es el progresivo extrañamiento de su familia, de su origen, después de ganar una beca para estudiar en el Liceo y a medida que conoce otro mundo a través de lo que aprende y de sus compañeros. Me recuerda al sentimiento que describe Annie Ernaux en La Vergüenza: sentirse fuera de lugar, que la educación te haga cambiar la forma de mirar tu lugar de origen y costumbres. En palabras de Camus, sobre el momento en que sabe que ha sido admitido en el Liceo:
“y en lugar de la alegría del éxito, una inmensa pena de niño le estremeció el corazón, como si supiera de antemano que con ese éxito acababa de ser arrancado del mundo inocente y cálido de los pobres, mundo encerrado en sí mismo como una isla en la sociedad, pero en el que la miseria hace las veces de familia y de solidaridad, para ser arrojado a un mundo desconocido que no era el suyo”.
Y, más adelante:
“En esa casa, donde no se conocían diarios ni, hasta que Jacques los llevara, libros, ni radio tampoco, donde solo había objetos de utilidad inmediata, donde solo se recibía a la familia, y de la que rara vez se salía salvo para visitar a miembros de la misma familia ignorante, lo que Jacques llevaba del liceo era inasimilable, y el silencio crecía entre él y los suyos.”
Si esto no les recuerda a Bourdieu y el concepto de habitus es porque nunca han estudiado sociología.
El apagón en la casa de mi hermana duró unas 24 horas y al día siguiente yo emprendí mi viaje de regreso a casa. Han pasado 4 días y aun siguen las clases suspendidas, para beneplácito de mis sobrinas quienes, como todo adolescente, son felices de poder dormir hasta que el cuerpo aguante. La vida sigue. Nos seguiremos extrañando después de este fugaz encuentro de una semana.
Noticias para los lectores
En el más reciente número de Cuadernos del Cendes aparece publicado un artículo titulado Objetivos de Desarrollo Sostenible, pobreza y derechos humanos en la Venezuela actual, que escribí junto con mi compañera de Provea, Pilar Desirée González.
El pasado 10 de mayo tuvimos una conversación sobre Mi padre, el Aviador en Washington, gracias a la organización de WOLA y DPLF. Les dejo la grabación por si se animan a verla.