¿Qué voy a hacer si Edmundo se fue?
Un mes tormentoso nos deja con esta noticia que marca el fin de la incertidumbre.
Ya había pasado al menos 8 horas con mi teléfono celular dañado cuando se hizo público el anuncio de que Edmundo González Urrutia había viajado a España, así que no me enteré hasta la mañana siguiente cuando se despertó mi hijo menor. Eran quizás las 8 de la mañana y ya tenía las arepas en el budare. Había cierto desconsuelo en las palabras de Lorenzo esa mañana; estaba convencido de que nos tocaban al menos 12 años más con Maduro, porque cómo se iba a volver a convencer a la gente de salir a votar dentro de 6 años si estábamos comprobando que votar y ganar no había servido para nada. Él tiene 16 años, no conoce otro gobierno, pero sí conoce de cerca la represión, sabe cómo es por dentro El Helicoide; incluso pasamos allí una Navidad.
También fue desconcertante para mi, yo todavía pensaba que “algo” podía pasar, que quizás había negociaciones en la trastienda, que alguna pieza podía moverse. Pero nada pasó. O pasaron muchas cosas que no queríamos que pasaran: un fraude, una institucionalidad rota cerrando filas y la gente de todo tipo que trabajó para lograr esa victoria electoral perseguida, detenida, escondida o en el exilio. Edmundo Se unió a este último club el pasado 7 de septiembre y lo entiendo, no habríamos ganado nada si terminaba detenido. Además, su carrera diplomática lo convierte en un activo en el exterior.
Pese a mi comprensión, ahora tengo la certeza de que no hay nada que podamos esperar que pase de aquí al 10 de enero. Se acabó la incertidumbre: Maduro perdió las elecciones pero de todas formas ganó este nuevo round del conflicto político venezolano. Eso sí, ese boxeador está con el ojo morado y sangrando porque le dieron duro. La plataforma unitaria no puede dejarlo descansar y que se recupere si quiere ganar la pelea.
Mi teléfono tenía poco más de un año con la pantalla rota en una esquina. Por unos meses eso no progresó, pero creo que después de una segunda caída empezó a crecer una mancha azul, poco a poco. A veces la pantalla no respondía, pero yo más o menos aprendí a vivir con mis limitaciones para cambiar entre aplicaciones o para atender llamadas. La mancha se fue expandiendo, recordando Casa tomada, de Cortázar. Pero aun funcionaba el sábado 7 de septiembre en la mañana, mientras disfrutaba con la familia del tradicional viaje anual a la playa. Este año fueron solo 4 días, hasta ahí alcanzaba la cobija.
Ese día habíamos ido a conocer Caracolito, una playa del litoral barloventeño a la que solo se llega en lancha porque no hay carretera. Yo estaba en unas rocas tratando de tomar una selfie y sabemos que esta es una empresa desafiante para una cincuentona como yo. Casi siempre me quedan mal; hay que hacer muchos intentos para lograr una imagen decente para mis estándares, pero que seguro está muy por debajo de lo que mis hijos considerarían presentable. Dejé unos minutos el teléfono sobre la roca para arreglar mi sombrero y entonces se calentó como nunca y la pantalla quedó en negro. Aunque en la noche se lograban medio ver las notificaciones, había perdido toda su capacidad de respuesta y ya no era posible hacer nada con ese aparato. Adiós. Sayonara. Cómo ven, la vanidad puede a veces resultar en un costo muy alto. Esa última foto fatal parecía no haber sobrevivido a la muerte del teléfono, pero de repente apareció en mis fotos de google unos días más tarde.
La playa es para mi un ritual imprescindible: el sonido de las olas, la brisa, el cielo despejado. las caminatas, leer sin ninguna obligación laboral. Esta pausa necesaria suele mejorar mi insomnio y mi rinitis alérgica. Así que a pesar de las inquietudes en este nuevo escenario político del país, me escapé con la familia. Fuimos a Higuerote, donde teníamos más de 20 años sin ir, y a donde yo nunca había ido manejando. Conocimos varias playas como Chirimena y Puerto Francés, nos gustó y quedamos con ganas de volver.
Logré dormir profundo toda la noche por primera vez en semanas, pero no terminé ninguno de los libros que llevé. Este año he sido una pésima lectora, no logro concentrarme lo suficiente y crece en la mesa de noche (y en el kindle) la pila de libros que empecé. Sigo inquieta con esta preocupación sobre la democracia y el estado de derecho en el mundo, como ya comenté en este newsletter hace un par de meses.
Testigos de un cambio de época
Estaba en Puerto Ordaz, conociendo a mi jefe en mi nuevo trabajo en Ucab Guayana cuando se estrelló el primer avión contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Acababa de regresar a Venezuela después de unos años en España. Mientras veía las imágenes en la televisión, esos aviones mínimos chocando contra aquellos rascacielos emblemáticos que …
Ese interés, que no es solo mera curiosidad intelectual sino que de alguna manera busca entender nuestros desafíos en Venezuela, me llevó a empezar La revancha de los poderosos de Moisés Naim. Es un libro que no decepciona: una prosa sencilla y que transmite el apremio de estos tiempos, junto con una profusión de datos sobre los procesos políticos en medio mundo: de la India a Rusia, de Venezuela a Estados Unidos. Propone que la expansión de estos nuevos regímenes autoritarios se basa en una estrategia común a todos los casos descritos, que llama las tres p: populismo, polarización y posverdad. Creo que es una buena lectura para comprender la situación del presente, aunque no lo he terminado para poder dar una reseña completa.
Sobre este mismo tema, también he estado siguiendo un nuevo podcast publicado por The Atlantic, Autocracy in America, en el que Anne Applebaum y Peter Pomerantsev analizan la situación del sistema político estadounidense, partiendo de una premisa inquietante: la autocracia no es un futuro posible, sino que está ocurriendo ya en el sistema político norteamericano. Los casos concretos y las entrevistas a las víctimas le dan al contenido una perspectiva personal que se aleja del análisis académico convencional y llama a la empatía. Ya se han publicado los dos primeros episodios, lo recomiendo ampliamente.
Estos trabajos de Naim y Applebaum describen con detalle el proceso a través del cual se puede desvirtuar las democracias desde adentro y la distinta naturaleza de las autocracias del siglo XXI. Si bien es interesante estudiar y conocer el cómo, a mi me interesa más indagar en los por qué. Supongo que es mi formación sociológica, mi pregunta es qué ha cambiado en nuestras sociedades que termina poniendo las democracias en riesgo. Porque los presentes y futuros autócratas podrían encontrar nuevas estrategias si no se atienden las razones de fondo del descontento, del desapego.
De vuelta a Caracas después de nuestro corto viaje, siguieron las noticias sobre la política venezolana. Edmundo González Urrutia se reunió con los principales líderes políticos españoles y publicó varios comunicados. De este lado del charco, la campaña del comando de María Corina Machado se centra en spots publicitarios que llaman a mantener la esperanza, pero la verdad es que ver un video de 2 minutos de duración en el que no se da ninguna estrategia o plan o llamada y se nos pide, con lágrimas en los ojos del protagonista, una fe ciega creo que es incluso contraproducente. No podría estar más de acuerdo con Rafael Osío Cabrices cuando pide que no nos traten como estúpidos.
Pese a la creencia generalizada de nuestra dirigencia política, la gente común no es idiota. Precisamente por eso salió a protestar el pasado 29 de julio: sabían que el anuncio del CNE no era verdad. Hoy saben que la represión es feroz porque la sufren en carne propia. Saben que no se va juramentar otro presidente el 10 de enero porque quien ganó las elecciones tuvo que huir. Al liderazgo político le conviene dejar de vender humo y promesas imposibles de cumplir, porque eso solo traerá más frustración y desesperanza. Eso no significa dejar de luchar o movilizar, pero el liderazgo debe transmitir que el esfuerzo por reconquistar nuestra democracia y nuestros derechos será largo y no será solo electoral.
En ese sentido, en principio es una buena señal la creación de un frente que agrupe a varios actores políticos, como el que se anunció en la rueda de prensa del 9 de septiembre. Sin embargo, también genera preocupación por quienes no estaban en esa actividad, como los partidos de la Plataforma Unitaria u otros, como Centrados (Enrique Márquez) o Lápiz (Antonio Ecarri) que han anunciado recursos para solicitar la nulidad de la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia que validó los resultados presentados por el CNE. Además, ya tuvimos un Frente Amplio cuya eficacia fue nula. El problema de fondo es la capacidad de la oposición para coordinar una estrategia conjunta frente al autoritarismo creciente. Entiendo acá por “conjunta” no que unos actores se plieguen a la estrategia de otros, sino que haya posibilidad real de debate interno para alcanzar acuerdos. Asumámoslo: ninguno de nosotros sabe cómo actuar frente a este cierre autoritario y solo integrando al mayor número de actores y perspectivas podremos idear una salida. Para nuestro predicamento no hay receta.
Creo que hay algo importante y es que la dirigencia opositora debe crear nuevas vías de comunicación con sus seguidores. Ahora se está convocando una nueva movilización masiva para el próximo 28 de septiembre. No parece sensato avisarle a un gobierno con pretensión totalitaria la fecha y la hora en la que los principales dirigentes y sus seguidores van a estar concentrados en un mismo lugar. Después de la última concentración fue detenido Biagio Pilieri y Juan Pablo Guanipa escapó por poco. Creo que se debe repensar la estrategia de movilización para proteger a las personas que se han comprometido con un cambio. Y esto no solo por evitar sufrimiento y violaciones de derechos humanos (que es, por supuesto, un fin valioso en sí): cada activista detenido es también una pérdida en la capacidad organizativa del movimiento democrático. Hay que estudiar y aprender cómo podemos resistir en este nuevo contexto.
Mientras tanto, la vida tiene que seguir. Ya viene el inicio de clases, ¿qué planteará la dirigencia política frente a la incapacidad del sistema educativo público para garantizar que haya clases de lunes a viernes? ¿Por qué no usar las demandas de las familias para dar contenido a la lucha política? Si bien no podemos olvidar el resultado de las últimas elecciones, ¿por qué se limita la lucha política solo al fraude y la migración?
En esta casa tocará pronto volver a pararse de madrugada para llevar a mi adolescente camisa beige a clase. Durante los meses que pasarán desde ahí hasta diciembre tocará soñar con el próximo viaje a la playa. Quizás me anime a manejar por mi cuenta aun más lejos. Quién sabe si me atreveré a ir a Ocumare de la Costa o a Puerto Cabello. Ya les contaré cuando lleguemos allá.
Noticias para los lectores
Los colegas del Centro de Defensores y Justicia y del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social me invitaron a su podcast Voices for Rights. Conversamos sobre los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales en Venezuela. Pueden oírlo en YouTube aquí, creo que también se puede conseguir en Spotify y Apple Podcast.
Me encantó tu escrito. Y uno se queda pensando y también con ganas de ir a la playa.
Gracias por tener un espacio para hablar de Venezuela. Siento que poco a poco se olvidan de nuestra situación y mientras podamos recordarla, mejor.
Sinceramente, no sé que pueda pasar, pero sigo teniendo fé que cada acontecimiento es un paso más a nuestra libertad y que en algún momento (espero que sea pronto) nos sorprenda dando la noticia que ya todo acabó.