Simón: los venezolanos deseosos de que se haga memoria
Simón, la película venezolana recientemente premiada en el Festival de Cine de Mérida, llega a las salas de cine con éxito de taquilla. ¿Qué nos dice la película?
El sábado pasado queríamos ver Simón, la película venezolana que se había estrenado dos semanas antes en Caracas. Fue sorpresivo encontrar las entradas agotadas en el Trasnocho a las 6:15 y que no quedaran 3 asientos juntos en la sala VIP del Tolón a esa misma hora. Finalmente, nos fuimos a buscar un café y nos quedamos conversando y caminando un par de horas y pudimos ver la película a las 7:30pm.
La sala estaba llena. La larga lista de anuncios publicitarios da cuenta de que los anunciantes estaban esperando esta asistencia. En la mayoría de las funciones de cine, solo suele haber un par de anuncios, como mucho, antes de los trailers de las próximas películas a estrenarse. En fin, aún cuando no tengo los últimos datos de la taquilla que incluyan los espectadores de este último fin de semana, todo parece indicar que la película ha sido un éxito, en comparación con la poca receptividad que usualmente tiene el cine nacional en las salas comerciales.
Esta emoción por ver Simón está relacionada con la discusión que ha generado en las redes sociales, donde se presenta como una película sobre las protestas de 2017. Y aunque uno no haya leído ninguna reseña, el afiche promocional de la película ya es bastante elocuente.
Empecemos por decir que la película es muy buena: un guión bien construido, capaz de sorprender al espectador, junto con una buena fotografía y excelentes actuaciones. Vale la pena pagar la entrada, sin ninguna duda.
A mi me sorprendió que las protestas solo aparecen en unas pocas escenas iniciales, pero además son flashes de los jóvenes escuderos. No hay consignas, ni líderes, ni información sobre a dónde se quería llegar. Solo el humo de las lacrimógenas, los jóvenes juntos o frente al piquete de la policía. Mayor información sobre las protestas y sus causas nos llegan a través de Melissa, una voluntaria norteamericana que busca en google información para ayudar a Simón con su solicitud de asilo.
Porque la película no trata sobre las protestas, sino sobre el trauma por las terribles condiciones de detención y por las torturas que Simón presenció. En ese sentido, la película se inscribe en una extendida tradición latinoamericana con películas como La noche de los lápices o Argentina 1985. Tiene una propuesta política, en tanto denuncia las masivas violaciones de derechos humanos que viven los venezolanos.
Aun cuando vemos la discusión del equipo de Simón sobre si seguir participando en las protestas o no y aparecen allí las distintas posturas que estaban en esos años en el debate público, la película no toma partido con un argumento o con el otro. En cualquier caso, lo que queda patente es el voluntarismo de aquellas protestas, pero que también está presente en la mayor parte de las acciones que por años han propuesto los líderes políticos de la oposición. En esas discusiones Simón propone que hay que seguir hasta que la presión sea suficiente; en ese mismo espacio hay quejas por las personas que no se unen a las manifestaciones, pero la acción política solo se entiende como salir a enfrentar a las fuerzas de seguridad de la dictadura y no se cuestiona cómo se podía convencer a quienes no se han sumado a las protestas.
La película también trata sobre el duelo y la culpa por migrar sabiendo los sufrimientos de quienes siguen en Venezuela: la difícil disyuntiva entre seguir adelante con otra vida o volver para seguir luchando. También aparecen las dificultades económicas que la nueva vida supone, emigrar para Simón no es un cuento de hadas.
Varias críticas y reseñas mencionan que Simón es una película sobre el fracaso político de la oposición, pero yo no estoy de acuerdo. El motivo de Simón para irse es el trauma, en ningún momento dice o piensa que la lucha está perdida o que no vale la pena volver para seguir. En la última video conferencia con sus compañeros de universidad, ellos le cuentan que se están coordinando con los estudiantes de otras universidades. Ellos tampoco hablan de derrota. La derrota está en la mente de los espectadores, en su análisis, porque han pasado 8 años desde los hechos que narra la película y sigue ahí el mismo gobierno.
También aparece la solidaridad en la película: los venezolanos en Miami haciendo acopio de lo que puedan necesitar los que recién llegan y también de las medicinas que hacen falta en Venezuela. No se ve el mismo apoyo en términos políticos, no aparece una red de apoyo para Simón que lo ayude a superar el trauma de la prisión ni para a vincularlo nuevamente a la lucha política, bien sea ayudándolo a volver de forma clandestina o promoviendo su participación desde el exterior. El activismo político de Simón y, por tanto, su decisión sobre quedarse o volver es personal. Incluso, es solitaria, porque no vemos a sus familiares, no sabemos qué piensan o qué le proponen.
Al finalizar la película, el público aplaudió a rabiar. Delante de mi una señora incluso se puso de pie y gritó “¡Bravo!”. Como ya dije, la película es muy buena, pero tampoco es común una ovación en una función cualquiera de sábado por la noche, en la tercera semana de proyección de una película en cines comerciales. Quizás puede ocurrir cuando una película se estrena, cuando compite en un festival, pero no suele suceder así, como este sábado pasado. Después de que comentamos la película al salir, nos preguntamos qué es lo que el público estaba aplaudiendo.
No me gusta la hipótesis de que la gente no entendió la película, porque además como en cualquier otra obra de arte, cada quien es libre de interpretar como le parezca. Algunos pensarán que es una crítica al liderazgo político que promovió las protestas, otros creerán que es un reconocimiento del heroísmo de los jóvenes. Hay bases para ambas miradas en Simón. Yo creo que la conexión del público es más íntima, más profunda.
Han pasado 9 años desde las protestas de 2014, 6 desde las protestas de 2017. Más allá de los reportajes periodísticos o el registro inmediato en las redes sociales, ahora es cuando empezamos a explorar la memoria de las violaciones de derechos humanos que han ocurrido en el país. No solo para registrarlas, tener una estadística, que eso ya lo hacen las organizaciones de derechos humanos, la Misión Internacional Independiente de Determinación de Hechos o el Alto Comisionado de Naciones Unidas por los Derechos Humanos. Empieza a manifestarse la necesidad de narrar esos hechos para poder entenderlos.
Las publicaciones se multiplican: la historia de la muerte de Franklin Brito escrita por Faitha Nahmens; testimonios de las protestas de 2017 e historias de casos emblemáticos de violaciones de derechos humanos, ambos publicados por Provea; o la recopilación de 10 relatos de tortura titulada “Ahora van a conocer al diablo”, publicado por Editorial Dahbar. Pero no solo hay libros o publicaciones digitales: Reacin adelanta una iniciativa para difundir testimonios de víctimas en podcast y video, hay un museo virtual que reconstruye el Helicoide a partir de testimonios de las víctimas y cuyo recorrido con lentes de realidad virtual parece ser aterrador. Seguro hay más iniciativas que aún no conozco. Hay una necesidad manifiesta de que contemos nuestra historia que se expresa en estas múltiples iniciativas.
Creo que eso es lo que aplaude el público que ve Simón en las salas de cine: siente representado su dolor en esa película emotiva y bien hecha. Siente que ahí está cuando fue reprimido en las protestas, o cuando perdió a un familiar, o cuando decidió emigrar, o cuando no tenía medicinas en los tiempos de escasez. La película tiene el mérito de concentrar, sin que resulte inverosímil, mucho de nuestro sufrimiento en pocos minutos.
Esperemos que multiplicando y compartiendo estos relatos sobre la tragedia que nos ha tocado vivir, Simón ya no se sienta tan solo. Quizás en el dolor y en el deseo de que no se repita podríamos encontrar la unidad que ha sido tan esquiva por otras vías.
¿Quieres ver Simón? En Caracas sigue en las salas de cine. Si estás fuera de Venezuela, durante el mes de octubre va a poder alquilarse por streaming. Más información aquí.
Noticias para los lectores
Hablando de memoria, quisiera compartir con ustedes que mi libro “Mi padre, el Aviador” va a ser publicado por Editorial Dahbar. Lo presentaremos y estará en librerías durante el mes de octubre. Manténganse atentos para saber más sobre esta próxima publicación.
"El motivo de Simón para irse es el trauma, en ningún momento dice o piensa que la lucha está perdida o que no vale la pena volver para seguir". Esto es clave, me ilumina mucho y me gustaría leerlo más. Gracias por este escrito, estaré muy pendiente para mirar la película. También felicitarte por tu libro. Te abrazo fuerte.