La crisis que se anuncia
Mientras la política se ocupa solo de lo suyo, la recuperación de 2021 ya es historia. Una sociedad movilizada carece de representación política.
El Banco Central de Venezuela acaba de actualizar las estadísticas del índice de precios al consumidor, que no se habían hecho públicas desde noviembre de 2022, cuando empezó a registrarse una nueva devaluación del bolívar: la tasa oficial pasó de 8,59 bolívares por dólar el 1 de noviembre, alcanzó 17,27 el 30 de diciembre y sobrepasó los 20bs a partir del 20 de enero y desde entonces no se ha detenido esa tendencia al alza.
Este proceso de devaluación constante se hace sentir también en los precios: la inflación de enero a marzo de 2023 fue mayor que la de esos mismos meses en 2022. El efecto lo sentimos en los bolsillos todas las familias venezolanas; revivimos juntos el estrés postraumático de los peores años de la crisis económica (2017) cuando otra vez tenemos que recorrer muchos sitios buscando los mejores precios, cuando una vez más nos vemos obligados a dejar cosas sin reparar en casa porque hay que asegurar el mercado, los servicios, el transporte.
El gobierno, contraviniendo su propia tradición y las negociaciones tripartitas que se han venido realizando desde julio de 2022 con apoyo de la OIT, no anunció un aumento del salario mínimo el pasado 1° de mayo. Solo aumentan los bonos que no tienen impacto en los derechos de los trabajadores como son sus vacaciones, utilidades o prestaciones sociales. Tampoco tienen efecto sobre las menguadas pensiones de vejez. En este panorama de permanente pérdida de su poder adquisitivo, los trabajadores y jubilados de distintas tendencias políticas marcharon juntos exigiendo salarios dignos el día del trabajador.
Reportes de los últimos días muestran que recrudece la escasez de gasolina fuera de nuestra burbuja caraqueña. Siguen las faltas de electricidad y agua, se denuncia que los planteles públicos solo están recibiendo a los niños un día a la semana porque el bajo ingreso de los maestros les hace imposible sufragar el costo de asistir más días a sus puestos de trabajo. Así, la cotidianidad se hace cada vez más apremiante para la mayoría de las familias venezolanas.
Mientras esta es la realidad para el grueso de la población, los partidos políticos opositores se enfrentan porque no hay acuerdo sobre si las primarias deben realizarse con apoyo técnico del Consejo Nacional Electoral. En las redes sociales se debate por las propuestas del candidato A o B. Yo, que soy lectora ávida de noticias políticas, no he escuchado a ningún precandidato hablar sobre la creciente desigualdad y la inminencia de una nueva crisis. Hasta yo me aburro de la política.
Por otra parte, en el mundo del oficialismo, al saberse seguros en el poder por ausencia de amenazas como protestas multitudinarias o gobiernos interinos, el operativo anticorrupción sirve no solo para poner orden en las finanzas públicas y tratar de garantizar un mínimo de recursos para la campaña presidencial que se avecina; también es útil para afianzar el control del partido (que en estos tiempos, es lo mismo que el gobierno y el Estado) quitando espacios de poder a otros sectores del PSUV.
No hay actores políticos que se interesen por la situación apremiante que golpea día tras día a los venezolanos. No hay propuestas que puedan entusiasmar para inscribirse en el Registro Electoral y salir a votar. Somos todos mirones de palo en un juego de dominó en el que no participamos, pero cuyo resultado sí nos afectará.
Pero eso no significa que la sociedad está paralizada; por el contrario, muchas cosas se están moviendo: grupos se organizan para promover los derechos de las mujeres o de la población LGBTQ+, protestas por los servicios públicos o el salario, movimientos culturales alternativos… todo ello sin mayor visibilidad por la creciente censura de los medios de comunicación social.
La sociedad venezolana está viva y atravesando un acelerado proceso de cambio. El político que deje de mirar su ombligo o el de sus asesores y se proponga entender toda esta movilización, será el que podrá dar sentido político a las viejas y nuevas demandas y, al hacerlo, tendrá la capacidad de enfrentarse al poder autoritario en el terreno electoral con alguna probabilidad de éxito. Mi percepción es que en este momento esa probabilidad tiende a cero.
Hola Lissette. Muy buen artículo como nos tienes acostumbrado (aunque llevabas mucho tiempo sin haber publicado uno). En mi experiencia de asesorar (con mucho fracaso) a políticos opositores he detectado dos grandes problemas durante años: Los asesores en temas de economía, salud, educación, etc, tienen que convertirse en los más patéticos apologistas y aduladores del político que asesoran, perdiendo su capacidad de consejero del mismo; y segundo, hasta los políticos mejor intencionados tienen una metodología que se podría decir de forma amable como "desordenada" para escuchar las exigencias sociales y sistematizar la en un programa viable de acción, siendo llenado por lo que le dice sus aduladores. A esas dos variables, se ha unido una tercera luego del fracaso del interinato: la resignación de que es imposible un cambio político en el país y por lo tanto tener como única prioridad sobrevivir en el espacio político que el chavismo le dé como concesión. Entre esa resignación y esperar que nos salven desde afuera hay alternativas viables de fractura de los elementos que sostienen al régimen en sus cuadros medios y bajos, y para eso entre otras cosas se necesita una propuesta de país que los incluya (junto con algunas maniobras realmente maquiavélica para cooptarlo para un cambio político). Pero nuestra dirigencia política o está corrompida o simplemente a nivel psíquico está rota, en un papel meramente reactivo para sobrevivir para innovar en materia de cambio político. Quizás las cosas cambien, incluso a corto plazo, pero a simple vista la oposición ha renunciado a la aspiración de poder y especialmente un plan de acción para resolver los problemas que afectan a casi todos los venezolanos. Un abrazo.